UNA VIDA PARA RECORDAR

Feb 12, 2021

Esta mujer de 91 años se enfrenta con valentía a la pandemia.

A pesar de toda una vida de retos y luchas, Angelita, nunca imaginó vivir una pandemia devastadora que afectaría al mundo entero. Sin embargo, sus lecciones de vida le han preparado para este desafío, por esta razón, ella comparte su perspectiva con nosotros.

Son 91 años llenos de recuerdos que recorren su mente, quién no tuvo la oportunidad de ir a la escuela o estudiar, ya que creció en una familia con muy pocos recursos. Vivió momentos de mucha alegría, así como de gran tristeza. A lo largo de su vida, ha visto varios cambios en su comunidad y en su país, desde problemas económicos, inestabilidad política y desastres naturales. Desde muy joven trabajó en plantaciones de rosas para ayudar a sus padres, recolectando, limpiando y empacando las flores para la exportación.

Una vida difícil, trabajos duros, días agotadores, largas noches sin poder dormir por la angustia de tratar de generar los recursos suficientes para mantener a su familia.

«Desde los seis años trabajé en el campo, crecí en el mismo lugar rodeada de rosas y esfuerzo, pero siempre feliz, nunca me gustó estar triste o desanimada, siempre fui feliz con lo que Dios me dio”, comenta Angelita, quien nunca imaginó vivir una pandemia tan devastadora. Al principio, no entendió el impacto del virus, pues ella imaginó que el COVID-19 sería solo una enfermedad estacional que pronto desaparecería. Como muchos de nosotros, estaba equivocada «Todo pasó muy rápido, mis hijos me dijeron que no podía salir de casa, que no debía acercarme a nadie y que debía usar una mascarilla todo el tiempo», añade, «En ese momento tenía mucho miedo, nunca me había pasado algo así», comenta con angustia reflejada en su mirada.

Los días pronto se convirtieron en semanas y luego en meses. Angelita estaba desesperada.  Para esta mujer valiente, fue muy difícil ver cómo en unos meses toda su comunidad se había transformado: los negocios que conocía habían quebrado, la gente había perdido sus trabajos, habían familias enteras que pasaban hambre porque no tenían dinero, los niños lloraban porque no podían salir de sus casas. Las rosas, que había sido el trabajo de toda la vida, no se exportaron, habían sido desechadas.

Los hijos e hijas de Angelita también sufrieron las consecuencias de la crisis, su angustia iba en aumento al ver que sus nietos y nietas ya no podían asistir a la escuela y pasaban sus días en casa.

Nunca, en 91 años, Angelita había vivido una situación como esta, muchas veces sus hijos no la encontraban en su casa y desesperados la buscaban en toda la comunidad. Eventualmente, la encontrarían en la cima de la montaña, mirando impotente lo que estaba sucediendo en el sitio que la vio nacer.

Angelita siempre ha sido una mujer generosa, durante varios años, ha sido voluntaria para preparar comida en la cocina para los niños del centro Compassion local. Mientras el centro está cerrado, cosecha verduras y granos de su jardín, se los da a sus vecinos y otras personas que los necesitan. Se dio cuenta de que el mundo tenía que adaptarse a esta nueva realidad y no dejarse vencer por circunstancias desafiantes.

Ella piensa que este es un momento para vincularse, cuidarse y apoyarse mutuamente. Cuando se le preguntó cómo pensaba que las mujeres deberían enfrentar esta pandemia, tuvo una hermosa respuesta. «Las mujeres, somos como rosas», dice. «Hermosas, únicas y especiales; nuestras espinas son lecciones de vida y desafíos que superamos todos los días. Nuestro destino es luchar y crecer con la luz del sol, sin importar cuán intenso sea el viento o la lluvia».

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